lunes, 6 de junio de 2022

Roer

 Necesito morder vida,
porque si me dejas solo
empiezo a roer los huesos
de aquellos pensamientos oscuros,
esos que tú bien sabes cuáles son.

Primero percibiendo los aromas
como quién no quiere la cosa,
pero al mismo tiempo atraído
ya con intenciones de dar una probada
a lo más recóndito del vacío.

Luego, sin más opción
un mordisco sin sustancia,
donde esa percepción del aroma 
se la siente pesada encima 
como siendo aplastado por una trampa.

Capturado por la inocencia,
por la ingenuidad,
por seguir creyendo que no duele
jugar a inventar.

Lo siguiente se vuelve necesario:
roer hasta la última ilusión, 
pretendiendo la existencia
de tan siquiera indicios...
¡pero no!,
ya no están,
quizá fueron solo espejismos,
esos que maquina una cabeza demente
al intentar con fantasías
crear escenas ideales.

Pero también sucede
que en la búsqueda de sustancia
muchas cosas se pasan por alto,
que no producen menos que ceguera.

Y así al morder vida
se termina mordiendo polvo.
Cosas que si no se plasman
en evidencia visual
desaparecen, 
y se ahogan en aquel mar de ilusiones.

¿Cómo puedo decir entonces
que esa serie de eventos
que mal llamo vida
están relacionados
con la libertad mental?

Son cosas tan siderales,
pero a la vez entrañables
que tristemente encierran
los resultados simulados
como si de verdad
hubiera un hueso que roer.

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