miércoles, 14 de junio de 2017

Autoinfligido

Dicen que se acaba el amor
cuando se deja de admirar las cualidades de su contraparte.
Es verdad, no hay nada que admirar de una mente caótica y dispersa.
Pero si de admirar se trata, aquella mente en su caos
es el ejemplo de locura extrema.

Él le llama musa a aquella que admira
y no lo deja hasta que duele.
Es mi caso, que de admirar no paso
y no dejo de hacerlo por mantener en un cofre intacto
el sentimiento que hizo sumergirme en esta locura.

Sí, es verdad que deliro, y no tienes la culpa.
Que esto me he autoinfligido por querer vivir
una fantasía de un solo protagonista.
Un soliloquio que me lo tragué hasta el fondo
por creer que era un acto para dos.

Mi imaginación vuela y vuela,
ojalá yo pudiera volar ahora mismo.
Fuera de la burbuja,
lejos de mi parte masoquista
que tiene un problema con los químicos,
esos que disipa el cuerpo al cerebro para sentir emociones.

En fin, nada tiene sentido
y ahora menos que ya no depende de mi,
mientras la carga emocional se incremente
a un nivel que no pueda manejarla.
Me pregunto:
¿Existirá un límite para no creerme loco?

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