
La sensación de un niño que no sabe a que bando pertenece cuando juegan 'Policías y ladrones' le nació, y una inexplicable situación existencial casi le obligó a esconderse a esperar, espectar, callar, llorar y sollozar...
Al terminar el juego ya sabrá cuál fue su bando, hasta le deja de importar; ahora le atormenta demasiado esperar, pensar en solo espectar; le interesa jugar a la vida real, a no imaginarse vistiendo zapatos ajenos con sus almas usadas; le importa ser él mismo y nadie más.
Es entonces que de un salto se levanta, y ya no lo piensa más.
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